martes, 13 de junio de 2017
Mis embarazos Cero Gluten (Parte III)
Del quinto al octavo mes: Más desafíos
Regresé al trabajo. Me dio alegría regresar, me sentía una “sobreviviente”.
Siguiendo las indicaciones del ginecólogo, mis caminatas iban a un ritmo muy lento. Sentí preocupación por parte de mis compañeros de trabajo, se me vía muy pálida, cansada y para estar embarazada tenía contextura delgada.
Llevé mi Supradyn Pre natal y me la tomaba en el desayuno. El médico me dijo que esa pastilla era libre de gluten; lo tomé, me cayó bien y me mantuve con esa pastilla hasta después de dar a luz por dos meses mas.
Volviendo al tema de mi trabajo, mi trabajo es mayormente trabajo de oficina y no realizaba mucho esfuerzo físico. Mi oficina está en un sótano, y por consiguiente tenía dos retos: el primero, irme al baño porque tenía que subir por escaleras al primer piso y el segundo reto era irme a almorzar a la cafetería, y tenía que caminar un buen tramo.
En casa, mi suegra me engreía, cocinándome algo rico, aunque la verdad, habían días que no tenía muchas ganas de comer, pensando si mi embarazo llegaría a buen término. Mis padres y mi hermana siempre dándome ánimo, diciéndome que ya habían pasado los 3 meses, había parado el sangrado y todo iba a estar bien.
Así pasaban las semanas, mi barriguita seguía creciendo y cada vez que crecía sentía dolor en el vientre; hasta estornudar me dolía. En mi trabajo, se dispuso el traslado de mi oficina a una nueva área de trabajo donde me dieron mejores facilidades y todo tenía más al alcance.
Agradezco de corazón a mis amigos de trabajo Mario Pérez, Pepe, Ana Julia, Nancy, Miguel, quienes siempre estuvieron al pendiente de mí. En situaciones como esta, uno se da cuenta quienes son los verdaderos amigos y nunca olvidaré lo bien que se portaron conmigo.
A inicios del sexto mes, decidí ir a ver a la dermatóloga, pues el dolor de los dedos de los pies continuaba y parecía que mis uñas cambiaban de color. No podía verme muy bien, por la barriguita que crecía. Cuando me examinó la dermatóloga, explicó la causa de mi problema. Se me estaban saliendo las uñas de dos dedos de los pies.
-¿Cómo es eso posible? –le dije.
-Alguien te dio un fuerte pisotón –me dijo la dermatóloga
-Nada de eso –le dije
-Fue un hongo –me dijo la dermatóloga
-Pero, nunca he tenido hongos en los pies –dije- ¿es normal en el embarazo?
No sabía que decirme; sin embargo, me recetó una crema micotica y me indicó que todos los días me lavara los pies, y me vendara los dedos del pie para proteger las uñas; por lo que comencé a ir con sandalias a la oficina, y así mi caminar iba más lento aún.
Hasta que me tocó mi nueva cita con el ginecólogo, y me dio una noticia preocupante: mi bebé no había crecido. Tenía el mismo peso del mes pasado, su corazón latía pero su peso se había estancado, al igual que él mío.
-Estas muy preocupada –me dijo el Dr. Vidal- ¿o cambiaste algo de tu dieta?
Claro que estaba preocupada, con todo lo que había pasado en mi embarazo. Y en cuanto a la dieta, sólo me acordé que hice un cambio de un suplemento. Dejé el suplemento vitaminizado y tomé otro porque la primera era muy cara. No me quedó más remedio que volver a la Vidamax y aumentar mi ingesta de alimentos libres de gluten: verduras cocidas, menestras, carne, arroz, frutas, todo balanceado. Igual me angustié otra vez.
Soñaba con ser una de esas mujeres embarazadas, que salen en las revistas luciendo con orgullo su pancita y llevar una vida tranquila y sin contratiempo. Mi vida se había convertido en un sobresalto todos los días, y me esforzaba por mantener la calma que pocas veces lograba. César, mi mejor amigo, mi esposo estaba siempre ahí ayudándome en lo que podía y contándome que planes tenía para nosotros y nuestro bebé.
Las migrañas ya habían cesado para ese entonces, menos mal, así que pude trabajar mejor. Sin embargo, note otro cambio en particular: Mi piel se resecaba demasiado; me hizo acordar a la piel que tenía antes de diagnosticarme celiaquía.
- Bueno, me echaré crema más seguido.
Era un problema que se solucionaría, pero, realmente, ninguna crema era buena para mí, mi piel empezaba a agrietarse y a formarse heridas. Mis compañeros de trabajo, se preocupaban por el estado de mis manos, se formaban heridas superficiales y sufría ante cada lavada de mano. Por consejos familiares, decidí acudir nuevamente a la dermatóloga para que me recetara una crema para la piel. Grande fue mi sorpresa, cuando la dermatóloga me dijo que la herida que tenía en la mano estaba infectada y debía cuidar mi piel antes de que mi situación se complicara.
Recuerdo, la cara de la dermatóloga al verme... creo que nunca en su vida había visto a una embarazada con un caso tan severo de resequedad y debilidad en las uñas. Ahora, me recetó cremas micoticas, y me indicó que me vendara parte de la mano para evitar infección. El lavado de la mano sería un jabón líquido especial de la marca LaRoche, que tenía una línea especial para pieles sensibles y cremas humectantes. Recién conocía la marca, y decidí probar.
En este momento, con todas estas dificultades, sentía que entrar a mi centro de trabajo, se me hacía más difícil aún: caminar lento, dedos del pie y manos vendados. Así que decidí ingresar a mi trabajo con silla de ruedas y ahorrar el esfuerzo de caminar. Personas de mi trabajo, al verme en silla de ruedas y embarazada, me expresaban su solidaridad y me daban fuerzas para seguir adelante. En medio de todo esto, me preguntaba.
-¿Qué más nos pasará a mi bebé y a mí? –me decía- ¿acaso falta que me pase algo mas?
No sabía; sólo esperaba a que mi bebé suba de peso pronto, al igual que yo.
Llegó el octavo mes, y se me adormecían los brazos, en especial las manos. A veces me despertaba asustada porque mis manos no reaccionaban, parecían dormidas. Felizmente, mi ginecólogo me dio una gran noticia que me hizo olvidar por un momento todas mis dolencias: Me comunicó que mi bebé había subido de peso; y además, ya era hora de pedir mi descanso pre natal.
Noveno mes: tramo final y cuenta regresiva
Ya a estas alturas mis pies se hincharon cuales tamalitos y ya me cansaba bastante. El bebé pateaba con bastante fuerza y aunque no me dejaba dormir bien, estaba feliz porque sabía que estaba bien.
Pero luego surgió algo más que me dejó estupefacta y que realmente no me esperaba. El ginecólogo me dijo literalmente lo siguiente:
-Tu embarazo está muy bien. Plop! – y luego complementó- podrías dar parto normal, además ya es hora que camines normalmente, el bebé necesita encajar.
El último mes
Al fin! En mi último mes
En mi último mes, disfruté alguito de mi embarazo, con menos nervios. El bebé estaba bien y mi embarazo llegó a término de manera satisfactoria, fue parto normal. Nunca pensé que daría parto normal, pensé que sería por cesárea, pero lo logré y nació mi pequeño César junior. No hay palabras para describir ese momento tan mágico y glorioso para César y para mí. Valió la pena, absolutamente todo. Ese momento, era la felicidad en su máxima pureza. Gracias Dios mío.
Inmediatamente después de mi embarazo y de manera mágica, mis dolores musculares desaparecieron, mi piel volvió a su normalidad, y me cauterizaron las uñas de los dedos de los pies y no salieron.
Mi bebé tomaba leche materna, y me daba gusto que se alimentara de ella, aunque sufría para dársela.
Tal vez era muy pronto para pensarlo, pero mentalmente me programaba cuando sería el momento adecuado para el próximo embarazo y si tendría los problemas que tuve con mi primer embarazo. El ginecólogo me dijo, que ahora estaba mejor que nunca, ya no existía pólipo y que esperaba que pronto saliera embarazada… ¿cuánto tiempo pasaría?
CONTINUARÁ….
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