César y yo nos habíamos enamorado y estábamos muy felices. César no solo era mi enamorado, sino se convirtió en mi mejor amigo y un gran apoyo para mí, con el tema de la celiaquía. Recuerdo que en varias ocasiones, cuando se me olvidaba llevar mi refrigerio a mi trabajo, César me traía algo para comer. Que agradecida estaba.
Como anécdota contaré, que en una reunión de fin de año con unos amigos, en donde había cerveza y bocaditos con gluten y yo no comí nada, obviamente; esperaba a que César me recogiera. Estaba todo bien, hasta que de pronto se apareció un ex pretendiente, con quien no conversaba hace más de un año y no me sacaba la vista de encima. Me incomodé mucho, y esperaba con ansías la llamada de César. Cuando finalmente me llamó, me dijo que estaba afuera del lugar esperándome. Me despedí rápidamente y salí del sitio feliz de encontrarme con mi amor. De pronto, salí y no estaba… me llené de angustia. Resulta que César había estacionado lejos de la entrada, y me apresuré a alcanzar el carro… cuando alguien detrás de mí me detuvo, dándome un jalón del brazo. No puede ser, era mi ex pretendiente que había tomado suficiente cerveza y quería disque “arreglar” las cosas conmigo, después de un año de ni siquiera reunirnos. Me encontré en un aprieto tremendo porque este señor, era corpulento y si lo veía a César, que tiene contextura delgada, le podía hacer daño… además tenía tanto gluten de cebada en la boca, que mi salud corría peligro. César apareció cuál héroe, y detuvo todo eso. Y para mi sorpresa, al otro le temblaron las piernas y solo se limitó a saludarlo y salir corriendo. César me había salvado de una contaminación cruzada indeseable y quizá algo peor. ¡Ese es mi héroe!
En nuestra relación, también hubo momentos difíciles, recuerdo que me deprimía cuando, en una salida, no encontramos ninguna comida sin gluten para mí; y me ponía a llorar. Pero ahí, estaba César ofreciéndome todo su apoyo para encontrar, de alguna manera, un alimento para mí; y me daba ánimos. Tanta atención tenía que agradecerle a César, de alguna manera, e iba a su casa a cocinarle para que pudiéramos comer los dos.
No habían pasado muchos meses de relación, cuando en medio de una conversación, le hice una pregunta:
- ¿Y si nos casamos? –le dije.
-Puede ser –me respondió- y me dio una sonrisa.
Que feliz me sentí. Haríamos pronto los preparativos y se lo comunicaríamos a la familia y a los amigos. César pediría mi mano, la verdad no podía creer lo que estaba sucediendo.
Vísperas de la pedida, me apareció el temible herpes labial que tanto odiaba y César nunca me lo había visto, pero si le había comentado que me salía.
-Bueno, si se va a casar conmigo, creo que debe verme hasta en mis peores circunstancias –me dije
Así que llamé a César, y le dije lo que me había salido. César me observó detenidamente, y me dijo:
-Se te ve graciosa, tranquila, esperemos a que pase.
Respiré y así, esperamos una semana, para que nos diéramos un beso de novios.
La pedida de mano
Estaba nerviosa y emocionada a la vez. César vendrían con sus padres a mi casa y hacer todo oficialmente. Se me venían pensamientos a la cabeza:
-¿Y si se arrepiente? -pensé- nooooo, César cumplirá su palabra.
Y llegó el novio con sus padres, me acuerdo que estaba con su terno, bien vestido para la ocasión. Yo quería impresionar a mis futuros suegros, y serví el mejor pastel de acelga que compré de una panadería, no importa que yo no comiera nada, ¡no digería nada con los nervios!. La madre de César preguntó:
-Qué rico pastel de acelga -manifestó
-Carmen, lo hizo -respondió mi papá, pensaba que yo lo había echo
-Ohhh, que bien -me dijo la madre de César, mostrándome una sonrisa
-¿Qué yo hice, qué cosa? -pensé- ni siquiera he logrado hacerme un pan sin gluten, y me va a salir un pastel -pensé- ¡qué imaginación tiene mi papá!, ojala que no me pidan que me lo coma.
César cogió mi mano y con todo su corazón manifestó todo lo que sentía por mí ¡en público!. César no es de manifestar lo que siente delante de la gente, pero esta vez en mi pedida, me abrió su corazón. Y sucedió lo que hace tanto tiempo esperaba, me puso el anillo de compromiso en el dedo. Nuestras familias aplaudían y nosotros nos reíamos de los nervios.
César y yo nos casamos por civil y religioso, con la firme promesa de estar juntos para siempre, en las buenas y en las malas, sin que nadie, ni menos la celiaquía nos separe.
Ahora sí, a continuación enumero mis principales tips para una relación con un(a) celiaco(a), que resume el título del post, en el caso que uno de ellos no lo sea:
1. Comunicación: conversen bastante sobre la alimentación libre de gluten y sus cuidados. En el caso de uno ser el celiaco o sensible al gluten, si tu pareja no lo es, se sincera(o) con ella y cuéntale todo lo que te ocasiona el consumo de gluten. Sobre todo, no te olvides de decirle que la celiaquía no tiene cura, pero que puedes llevar una vida sin contratiempos si sigues la dieta al pie de la letra.
2. Tener a la mano la lista de productos sin gluten que puede consumir tu pareja.
3. Tener a la mano la lista de restaurantes, donde haya, mínimo, un plato sin gluten, que pueda consumir tu pareja.
4. Tener a la mano alguna medicina, que pueda consumir, él o ella, en el caso que ingiera gluten oculto.
5. Un bonito gesto para él o ella, sería preparar una comida libre de gluten, para que pueda comer sin problemas.
6. Si vas a consumir algún alimento con gluten, en su presencia; antes de darle un beso, lávate la boca y las manos (hasta en el beso hay que tener cuidado). Debes cuidar su salud.
Recuerden, que el amor todo lo supera, todo lo puede. Si en verdad, amas a tu pareja, la aceptaras tal cuál es, y la cuidarás siempre; independientemente sea celiaca o no, o cualquier problema de salud que tenga.
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