lunes, 12 de junio de 2017

Mis embarazos Cero Gluten (Parte II)



El segundo, tercer y cuarto mes

Cumplí exactamente el primer mes, y me vino mi primer sangrado. César me llevó a emergencia, mientras yo entraba en ataque de nervios. No quería perder a mi bebé. El ginecólogo de turno, me dijo que tenía hematomas, y me dio descanso por dos semanas. Estuve en reposo absoluto, y en medio del reposo, rezaba y lloraba que mi bebe siguiera vivo, en la barriguita de su mamá. Habían días buenos, en donde no sangraba pero al día siguiente, sangraba tanto que pensé que ya mi bebé lo había perdido. Mis descansos se extendieron, en mi trabajo se enteraron de mi embarazo, y empezaron a preguntar por mí y mi salud.

Un ginecólogo recomendado, me recetó progesterona, ante el riesgo de aborto que tenía. Ese medicamento, me cayó muy mal, me sentí como drogada, y todos los síntomas del embarazo se me vinieron de un dia para otro. Tenía migraña todos los días, todo me daba nauseas (hasta el comercial en donde salía la señora friendo cebolla, me daba nauseas) y no podía mantenerme en pie mucho tiempo, me cansaba mucho. El estómago me ardía muchísimo, y no sabía que tomar… necesitaba algo que no tuviera gluten, que me aliviara todo ese malestar. Hasta que una amiga me aconsejó que comiera manzana, y sinceramente alivió mucho mi acidez. Trataba de comer algo, pero toda la comida me daba asco (toleraba algunas frutas); así que me la tragaba. Menos mal, César me compraba un suplemento alimenticio, Vidamax, libre de leche de lactosa, caseína y eso al menos me mantenía (tiene soya).




Pasaron las dos semanas, no paraba de sangrar, y volví a entrar a emergencia. Me extendieron el descanso por varias semanas más, a ver si los hematomas desaparecían.
A todo esto, se sumaba, un problema adicional y diferente: me dolían los dedos de los pies. Me parecía extraño sentir esta molestia, no aguantaba ni la media. No le di, importancia y seguí en reposo absoluto.  
Me acordaba las palabras que me dijo un gastroenterólogo: si sigues tu dieta libre de gluten, no tendrás problema en salir embarazada. Mi embarazo tenía que resultar, no iba a permitir que le pasara nada a mi hijito.



Consejo:
Si eres de las personas que junto con tu pareja, quiere tener hijos, y llevas tiempo intentándolo; y tu médico dice que está todo conforme en ti, pero aun así no logras un embarazo… puedes ser que seas celiaca. Te recomiendo que te hagas el análisis.
Si el hombre es celiaco no diagnosticado su nivel de testosterona es bajo y la calidad del esperma es baja también. En el caso de la mujer que es celíaca no diagnosticada, puede tener  abortos o tener hijos con poco peso.
Todo se resume a la nutrición. En el caso del celíaco (a) no diagnosticado(a), las paredes del intestino (encargado de absorber los nutrientes) están dañados, por lo tanto no puede absorber nutrientes. Si eso es así, es difícil lograr salir embarazada y en caso de lograrlo es bebé puede nacer con bajo peso.
Este problema de infertilidad, se arregla después de seguir una dieta libre de gluten por un buen tiempo (puede tardar años). 


Mi barriguita empezaba a crecer, a los 3 meses se veía que estaba embarazada. Cada día vivía con la angustia de esperar hasta la cita, a ver si mi embarazo iba bien a pesar de mi sangrado. Rezaba todos los días, de todas las maneras diferentes, en silencio, en voz alta, a puro grito de la desesperación cada vez que entraba a emergencia de la clínica, no sé cuántas veces entré, pasé por la incomodidad que a cada rato me revisaran ¿acaso no hay otro método? ¿Por qué no paraba mi sangrado? ¿Acaso tanto podía durar un hematoma? ¿Qué pasaba conmigo, con mi bebé?
Me la pase echada en cama, moviéndome de un lado al otro para evitar dolores musculares; y a medida que eso sucedía mi barriga crecía. Seguía rezando, y crecía en mí, una fé sin precedentes, que todo saldría bien, Dios no iba a permitir que nosotros perdiéramos al bebé, pero tenía mis días de angustia y mucho llanto. Sólo me movía hasta el baño, y con mis limitaciones porque al mínimo esfuerzo, volvía a sangrar. No quería recibir ningún tipo de visita (salvo mis padres y mi hermana), mi aspecto físico no era muy bueno, además con las justas me aseaba la cara y la boca. César me acompañaba en todo este período, dandome fuerzas; aunque a veces se desesperaba con tanto sangrado que tenía; pero seguía ahí, en las buenas y en las malas.

Llegó el tercer mes, y en uno de los ingresos a emergencias que tuve; me atendió un muy buen ginecólogo, el Dr. Henry Vidal. En medio de mi histeria, él fue muy profesional, serio, me transmitió tranquilidad y supo controlar la situación. Decidí que él sería quien seguiría mi embarazo, pues sin menospreciar a los otros ginecólogos que me atendieron, tuve la ligera sensación al igual que mi esposo y mi madre que él podría ayudarme a que mi embarazo, llegué a término sin problemas. 
Luego pasé consulta con el Dr. Vidal, que detectó cual era el problema: tenía un pólipo sangrante; y nos dio la mayor alegría a César y a mí:

-Carmen, tu bebé está bien –me dijo–  el problema eres tú.
-Tal vez, sea necesario operar, y retirar el pólipo –me dijo el médico- más por tí, que estás perdiendo mucha sangre.
Perdía sangre diariamente, en gran cantidad, tanto fue mi perdida que mi hemoglobina bajaba; y el médico tomó la decisión de operar y retirar el pólipo, a ver que sucedía. El Dr. Vidal, se mantuvo en todo momento positivo, él  tomaría las precauciones del caso. Me operó y todo salió bien. El bebé estaba bien y yo dejé de sangrar, pero terminé débil. Ahora sólo quedaba recuperarme de la operación y a esperar a ver que sucede.
Seguía en reposo, con mis migrañas diarias y el dolor en los dedos del pie que no me dejaba.
Finalmente, me pude bañar por mis propios medios, y al fin podía hacer algo por mí misma sin depender de nadie.





Mi ginecólogo, el Dr. Vidal,  después de mi chequeo, me dijo que podía volver al trabajo; pero bajo ciertos cuidados:

- Evitar subir y bajar las escaleras
- No realizar movimientos bruscos
- Evitar cargar peso
- Caminar lo menos posible y lentamente, espacios cortos

Yo trabajo en un sótano, y para llegar a mi oficina y desplazarme a los servicios había que subir y bajar escaleras. Con los nervios de punta, decidí regresar a trabajar.

CONTINUARÁ...



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