Hace aproximadamente un año atrás, el nido de mi hijito César Junior organizó un paseo a una granja ecológica.
César me animó a ir y pasar una mañana simpática con nuestro hijito mayor, con sus amiguitos y las profesoras del nido. Los niños conocerían algunos animalitos e interactuarían con ellos, verían algunas plantas y realizarían unas dinámicas. Había que llevar almuerzo porque nuestra estadía sería larga, así que ¡a preparar todo se ha dicho!.
Y llegó el gran día. Pedí permiso con anticipación al trabajo, para pasar un buen día en familia.
Nos fuimos con buzo, muy animados por la visita. Mi hijito vería de cerca algunos animalitos de la granja. Esperaba que no se asustara, aunque ya había visto varias veces los videos de “La Granja de Zenón” y conocía perfectamente los animalitos… aunque claro, eran dibujos animados, estos serían de verdad.
Llegamos a la granja, todos los niños salieron de la mano de sus padres y las profesoras dirigían al grupo. Y de pronto, estornudé.
-Ayyy, nooo, no me acordaba que era alérgica al pelo de animal y al heno –le dije a César.
-No te preocupes, luego tomas tu antialérgico –me dijo César.
-Será cuando llegue a casa -le dije- no he traído ninguna pastillita. No importa, sólo serán unas horas.
Al primer sitio a dónde fuimos, es a ver a los gansos, patitos y pollitos. César Junior estaba contento de darles alpiste a los animalitos, y mi esposo César hasta se animó a tocarlos.
¿Y yo? Pues ahí estaba en un rincón, mirando todo con un mar de moco en la nariz.
-Tal vez no fue buena idea venir aquí –me dije con la voz toda gangosa- encima se me está acabando el papel higiénico.
Luego mi hijo con sus amiguitos, se fueron a pintar macetitas de barro.
-¡Qué bonito! Mi hijito, el pintor –exclamé, mientras lo veía pintar, con detenimiento, la macetita.
Todos los niños muy felices pintando todo. Mientras lo miraba a mi hijito, miraba todo lo que faltaba recorrer, y me traumaba. Por suerte, había conseguido más papel higiénico.
-Ahora vamos a ver a los cerditos –exclamó entusiasmada la profesora.
Los niños fueron al sitio, y cogieron un baldecito con comida para alcanzárselo a los cerdos, que se encontraban en un espacio cercado. Los cerdos comían con tanta voracidad la comida del balde, que tuve que ayudar a mi hijito para que no se le cayera el balde con comida que le acercaba al cerdo… de paso que al cerdito, yo lo bañaba de moco, por cada estornudo que daba.
Sinceramente ya no aguantaba, encima que había un olor muy fuerte a excremento de animal que se me había pegado a mi nariz, aunque cuanto más moco me salía, menos olor sentía… así que, a pesar de todo, mi alergia me daba cierta ventaja.
-César, otro día traigo mascarilla –le dije a mi esposo.
-Carmen, este… creo que has pisado caca –me dijo César.
-¿Qué cosa? –le pregunté- ¿dónde está?
-Veo algo en la planta de tu zapato –me respondió César- puedes limpiarte en un ladito, en donde haya pasto.
Volé hasta donde había pasto, para quitarme “esa cosa” que se me había pegado.
-Caray, encima de moco, se me pegó la caca –murmuré- bueno menos mal, que ya salió.
Ya limpia, fui directamente a dar alcance a mi esposo y a mi hijo. Parece que me había alejado regular, porque no los ubicaba y estuve caminando por un buen rato. Cuando finalmente los encontré, me acerqué rápidamente para ver lo que estaban haciendo, y César salió a mi encuentro con cara de asustado.
-Aléjate, aléjate –me repitió de manera insistente –mientras movía continuamente las manos para alejarme.
-Pero ya me quité toda la caca pegoteada, no estoy apestando –le respondí a César.
-César Junior está jugando con harina –me respondió alarmado César.
En ese momento, miré con detenimiento el sitio en donde estaban los niños, y divisé una nube blanca de harina esparcida por el ambiente.
-Miércoles (por no decir, otra cosa) me voy corriendo –le respondí a César.
No recuerdo hasta dónde me alejé, pero lo suficiente para que no me llegara la nube de harina. Pasaron unos minutos, y me acerqué al sitio. César me esperaba, con una sonrisa y riéndose entre dientes.
-Jamás se me hubiera ocurrido que jugarían con harina –le dije a César, un tanto mortificada.
-Ahora nos toca ver los peces –me dijo César- vamos.
Fuimos a ver los pececitos, hasta que un pajarito pasando por ahí, me cagó encima.
-Pucha, ojalá y tanta cagada me traiga plata –le dije a César- ayy, sorry no debería hablar así, pero me siento fatal.
Terminó la visita. Está demás, en decir, que fui la primera en entrar a la ducha, tomé mi antialérgico y mi ropa la puse a lavar con agua caliente. La alergia me duró tres días, pero el antialérgico ayudó bastante. Aún así, nuestro hijito la pasó muy bien en compañía de su familia… valió la pena el sacrificio.
Lección que aprendí
Si soy alérgica y voy a una granja, tomaré mi antialérgico antes de la visita, llevaré mascarilla y un rollo de papel higiénico.
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