viernes, 29 de diciembre de 2017

Crónica de una navidad, entre la familia, la comida, los cohetones, y un paneton sin gluten



Y llegó el gran día ¡24 de Diciembre! . Me acuerdo que cuando era niña esperaba con ilusión ese día y el 25 de Diciembre por la navidad, reunión con la familia, la comida y los regalos. Sinceramente, es una época que me gusta mucho, sólo que ahora las cosas han cambiado. Me gusta más esta época porque invita a que haga un alto a mis cosas, y haga una reflexión sobre lo que me ha pasado durante el año, lo bueno, lo feo, lo bonito, lo malo, como adelantándome a fin de año. Además justo en el mes de Diciembre por arte de magia, el comportamiento de las personas cambian, unas para bien y otras todo lo contrario. Diciembre es un mes con mucha carga emocional, lo importante es saber manejarlo… y si uno es sensible mas todavía.

El 24 de Diciembre, me levanté temprano y lista a inmolarme en la cocina, por así decirlo, jajaja. Tomé mis precauciones y el día anterior ya había recibido ayuda preparando el puré de manzana y dejándolo en la congeladora para que dure unos días. Las verduras ya estaban picadas listas para ser sancochadas el mismo 24. El pavo ya lo había dejado macerado desde el día anterior, y a primera hora del 24 de Diciembre lo metí al horno. Luego proseguí a preparar los camotes acaramelados que tanto le gustan a mi esposo, pero… tenían que ser sin azúcar, mi suegro es diabético y no quería preparar algo adicional que lo diferenciara de los demás, todos comeríamos lo mismo; además el pavo era sin gluten, el puré de manzana, también, la ensalada obviamente, sin gluten y también lo sería el camote. Pensando en el reemplazo del azúcar recordé que tenía miel de agave, así que hice un almíbar de jugo de naranja con miel de agave y lo sancoché junto con los camotes en rodajas y salió bien. Los camotes tenían un dulzor suave que no empalagaba, y me gustó. Entre tanto ajetreo también fui a ver a mis hijos, que justamente ese día no querían separarse de su mamá. La niñera hacía lo posible por distraerlos y yo por complacerlos a pesar que ya tenía bastante en la cocina. El horno donde metí el pavo, hace tiempo no lo usaba, así que reconozco que el tiempo de cocción se me pasó!!! Me asusté a ver a mi pavito que tanto empeño le había puesto, medio rostizado.

-Ehhh, pavo crispy – me dijo mi esposo - ¿es la nueva tendencia?
-¿Y ahora que hacer? –me pregunté- no voy a dar como cena pavo al carbón
-¿Y si lo pruebas? –me dijo mi esposo – levanta la piel y veremos cómo está por dentro.

Por arte de magia, solo que había quemado la piel del pavo, todo lo demás estaba cocido y hasta jugoso. Resultó ser el mejor pavo que hice en los últimos años, aunque la próxima vez no me arriesgo tanto en quemarlo y menos quemar la fuente que estaba de sobreviviente.
A mi César junior, le gustó el pavo que hizo mamá, se me cayeron las lágrimas. Así que el mismo 24, como almuerzo, comió por adelantado la cena navideña. Luego, me pasé a mi otra cocina, pues sí, tengo otra cocina en donde no entra nada con gluten, en donde me doy un tiempo para preparar postres, y estaba haciendo mis trufas que tenía pedidos pendientes en avanzar. Mientras hacía mis trufas, me acordé que a mi hijo el mayor, le asustan los cohetones.
El año pasado, mis hijos estaban durmiendo cuando los cohetones empezaron a sonar y fue terrible. Los dos lloraban, pero mi hijo menor miró las luces de colores que iluminaban el cielo y se calmó, pero a César Junior, el susto, jamás se le fue y siempre recuerda el ruido de los cohetones. En la tarde, salí con mi esposo y mi César Junior en busca de los audífonos y los conseguimos. Mi hijo, a pesar de su edad, es consciente que los va a usar por los cohetones, y que mamá y papá estarán cerca y nada le pasará.



Me faltó preparar el arroz con cúrcuma para navidad. Utilicé cúrcuma, caldo de pollo recién echo para darle sabor a mi preparación y pecanas en cuadritos y dátiles en cuadritos. Salió bueno!! Si que me gustó el invento, aunque tomó su tiempo para prepararlo.
Mis hijos se acostaron temprano, cuando a eso de las 7:00 de la noche recibí una noticia del ambiente político, que hasta ahora me mueve el piso. Bueno, bueno… sólo queda esperar a ver que sucede con mi país, estamos en una incertidumbre muy fuerte y sólo quedaba rezar para que Dios ilumine los corazones y cerebros de los $padres de la patria, y sigamos adelante.
Nos reunimos para la cena, y todo salió bien. Pude comer a mis anchas, sabía que todo era libre de gluten. Eso sí, para evitar los dichosas flatulencias pues evité comer el puré de manzana, me limite a mi pavo light, mi ensalada y mi arroz. Todo en poca cantidad, y fue suficiente. Mi suegra había preparado chocolate, pero ya era demasiado, además no quería terminar con un problema estomacal, así que me abstuve.

Con toda, esta movida, se me olvidó empacar los regalos, que lo hice faltando tres horas para las doce. Saqué mi paneton de la refrigeradora, que lo había comprado hace varios días, y esperé a que se descongelara para comerlo el mismo 25 de Diciembre.
A las 11:30 de la noche, los cohetones sonaron con fuerza y mi César Junior asustado se levantó pidiendo audífonos, a los que les puse algodón y abracé a mi hijo con fuerza, mientras los perros ladraban.
Toda la familia reunida, con mi hijo en brazos, le dije que se calmara que nada malo le iba a pasar y le pusimos música para que escuchara por los audífonos, lo que lo tranquilizó un poco, pero los cohetones seguían sonando.
Llegó la medianoche y ¡Feliz Navidad!, mi hijo seguía asustado y me abrazaba con toda su fuerza, su papá al lado y yo esperaba a que pronto terminara todo el bullicio. Mi hijo se calmó cuando vió sus primeros regalos, y por arte de magia, los cohetones fueron desapareciendo. Nos acostamos temprano, diría que a la 1 de la madrugada hasta las 5:30 que mi hijo menor, se despertó como si nada, porque para él los cohetones lo habían arrullado.

Ya todos más tranquilos, rezando al niño Dios y dando gracias por todo, mis hijos se distrajeron mirando sus regalos y me dí una escapada con mi panetón y empecé a comérmelo de a poquitos, quitándole unos frutos secos, que a pesar de que habían pasado algunos días y estaba un poco duro el sabor estaba bueno ¡Feliz Navidad!



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